por Pablo Sieira
La relación entre el Gobierno y el Poder Judicial es la principal motivación de la diputada Elisa Carrió para apuntarles públicamente a los ministros, pero también se percibe la desconfianza hacia Rogelio Frigerio por el respeto que le tienen los peronistas al funcionario que negocia el Presupuesto 2019.
Días atrás el ministro del Interior concurrió a la Cámara de Diputados para avanzar en las negociaciones entre el bloque oficialista y el justicialismo en torno al Presupuesto 2019 y allí se destrabaron algunos puntos del proyecto, como el reclamo de recursos para las cajas previsionales no transferidas por las provincias.
A la salida del encuentro, un encumbrado diputado del Bloque Justicialista fue abordado por tres periodistas que lo interrogaron sobre el resultado de esa reunión y, mientras se retiraba, el legislador dijo: “Si no estuviera Frigerio sabés qué…”.
Si bien la frase fue en tono humorístico, confirma algo que se repite con frecuencia en los pasillos: los gobernadores y legisladores del peronismo se entienden con Frigerio mejor que con cualquier otro funcionario y lo respetan, pues lo consideran un verdadero político y lo contrastan con el resto del PRO.
En esa simpatía con los dirigentes de un espacio político al que Carrió siempre rechazó está quizás el origen de la frase que soltó esta semana como una bala más de la ametralladora verbal con la que empezó a dispararle a los ministros del presidente Mauricio Macri, cuando dijo que “Frigerio quiere ser Presidente, y con el peronismo puede”.
Ese comentario envenenado (pues puede meter una cuña entre la cúpula del PRO y el ministro que busca asegurarle a Macri el presupuesto para el año próximo) fue posterior a su pedido de juicio político contra el titular de la cartera de Justicia, Germán Garavano.
A esa lista Carrió sumó a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, una ex aliada suya a quien dejó parada casi como una funcionaria ingenua al afirmar que es “engañada” por la Gendarmería en los operativos contra el narcotráfico: “Le ponen droga para que ella la encuentre, pero el negocio sigue”, sostuvo la diputada.
La especulación más consignada sobre el comportamiento de la líder de la Coalición Cívica es que quiere irse de Cambiemos, lo que tiene cierta lógica dado que sus críticas a los ministros la ubican más cerca de la opositora que siempre fue, que de la oficialista en la que se convirtió en 2015.
El origen del enojo de Carrió debe buscarse en la relación entre el Gobierno y el Poder Judicial, una relación en la que, según ella, tiene peso el presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici.
No es una novedad que la diputada no quiere que Angelici tenga influencia alguna en el Gobierno pues entiende que se trata de un operador del establishment judicial, pero durante varios meses pareció dejar de lado el tema.
Hace poco retomó sus críticas y ello se debe a que en las elecciones del Consejo de la Magistratura ganó la lista de abogados encabezada por el radical Juan Pablo Mas Vélez, que según la información que corre en el ambiente judicial fue apadrinada por “el Tano” (como llamaron siempre en el PRO) Angelici.
Pero lo que activó a Carrió fue lo que ocurrió algunas semanas atrás en el Congreso: la oposición le vació la Comisión Bicameral encargada de controlar al Ministerio Público Fiscal y la impidió asumir la presidencia de ese cuerpo.
Si bien el oficialismo, con el diputado Mario Negri a la cabeza, concurrió para apoyarla y criticar al peronismo por quitarle el quórum a la comisión, en la Coalición Cívica se quedaron con la sensación de que los propios aliados de Cambiemos tuvieron que ver con esa movida.
Fue después de ese momento, cuando Carrió vio frustrada su intención de convertirse en la auditora de los fiscales (una verdadera “fiscal de la República”, como le gusta autodefinirse), que comenzaron las críticas a los ministros y hasta al propio Macri.
Todo tiene un por qué.
(*): Especial de NA.